Somos hijos predilectos de Dios, el nos da el regalo y el Don de la vida, nos da el aire que respiramos, nos permite ver las bellezas de la creación, una familia, un trabajo, en fin, muchos regalos que en muchas ocasiones no agradecemos o ni percibimos tantas atenciones que él nos concede, simplemente nos acordamos cuando necesitamos algo y generalmente lo olvidamos.
Al realizar la decimotercera estación del Vía crucis, meditemos sobre su muerte. Cuánto dolor tuvo que padecer, la tristeza infinita de su madre la Virgen María al contemplar a su hijo viviendo un momento tan cruel y necesario para redimir a los hombres, sólo un ser celestial como Jesucristo, podía soportar tanto. ¡Perdónanos Oh Señor!
A continuación la Decimotercera Estación del Vía crucis: Jesús es descendido de la Cruz y puesto en brazos María, su madre
V- Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos,
R- Que por tu Santa Cruz, redimiste al mundo.
Consideración:
Siendo las tres de la tarde, en un día nublado y oscuro, se escuchó un grito emitido por Jesús con un tono muy fuerte y desgarrador de voz, diciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Un fuerte grito que salió desde muy adentro, donde con solo escucharlo se podía sentir lo mucho que estaba sufriendo Jesús, quien finalmente expiró. Y todo quedó en silencio. (Mc 15, 33-37)
Jesús ha muerto, su obediencia hasta el último momento de su vida fue constante, se sometió a los designios de su Padre, vio y sintió la crueldad del ser humano, una y otra vez, pudo sentir cómo se burlaban, le golpeaban, lo humillaban y lo desafiaban, pero el soportó todo, por el amor a su Padre, un amor que nos ha transmitido y nos dejo de herencia,
Jesús, en estos momentos,
Me pongo en tus manos,
Te doy infinitas gracias por tu amor eterno,
Te ruego me perdones por todo lo que te he fallado,
Ten misericordia de nosotros.
Amén.
Culminamos la decimotercera estación del Vía crucis, suplicando a Jesús nos perdone y nos ayude a ser tan obediente como él, a ver en nuestros hermanos sus necesidades, y ayudarlos en lo que podamos. Rezamos una Ave María, pidiendo que interceda por todos nosotros.