Si tan solo nos detuviésemos por un momento a meditar por cada instante de sufrimiento que padeció Jesucristo en la Cruz, un sufrimiento que fácilmente podía evitar, siendo el Hijo del Altísimo, siendo el Rey de Reyes. Pero el acepto su pasión, por la conversión y salvación del mundo entero.
Que con la práctica del Vía crucis, revivamos estos tan dolorosos momentos que sufrió Nuestro Señor y que sea suficiente para que lo busquemos, para que tengamos fe verdadera y que nuestro caminar por este mundo, sea un caminar buscando la salvación eterna, con nuestros actos de abandono y de amor fraterno con nuestros hermanos.
A continuación la Decimocuarta Estación del Vía crucis: Jesús es colocado en el Sepulcro:
V- Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos,
R- Que por tu Santa Cruz, redimiste al mundo.
Consideración
Llegando ya la noche, siendo el día de la preparación, cercano ya el sábado, llegó José de Arimatea, un noble y conocido magistrado, quien también esperanzado esperaba el Reino de Dios. El centurión dio la noticia que Jesús había muerto, siendo concedido el cadáver a José por Pilato. Tomo una sabana y bajó a Jesús de la Cruz, tomó su cuerpo y lo envolvió en la sábana y lo coloco en el sepulcro, colocó una gran roca a la entrada del sepulcro, impidiendo que alguien pudiese entrar al lugar. Observaban dónde lo ponían con gran tristeza María Magdalena y María la madre de José. (Mc15, 42-47)
¡Oh mi amado Jesús!,
Has entregado tu vida por mí,
Padeciste las humillaciones y dolores más terribles,
Ayúdame a ser agradecido con todo lo que me das,
Y que mi vida sea testimonio de mi amor por ti,
Perdóname Señor,
Te lo pido por favor.
Amén.
Esta decimocuarta estación del Vía crucis, nos enseña la fragilidad del cuerpo y el amor Divino, recemos un Padre Nuestro por la conversión de nuestros pecados.