Cuando hablamos del Vía crucis y todo lo que tuvo que padecer Jesús por nosotros, lo remontamos a épocas pasadas, y pensamos que este sufrimiento se quedó en aquel tortuoso momento, pero no es así, nosotros diariamente en todo momento del día, volvemos a crucificar a Jesús, con nuestro mal proceder y nuestra falta de fe.
No basta con ir a Misa, debemos ser testimonios en nuestra vida, un testimonio de paz, generosidad, misericordia, comprensión, tolerancia, humildad y oración frecuente. Ser católicos practicantes y que nuestra forma ser y pensar atraiga nuevos católicos a nuestra iglesia, a peregrinar con amor, buscando el Reino de los Cielos. Seamos personas que cultivan su fe y la expanden a los demás.
A continuación la decimosegunda Estación del Vía crucis: Jesús en la Cruz, la Madre y el Discípulo:
V- Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos,
R- Que por tu Santa Cruz, redimiste al mundo.
Consideración:
Jesús estaba en la Cruz, gotas de sangre caían por su rostro, su débil cuerpo no soportaba más dolor, “junto a la cruz estaba su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena”, Jesús observó y al ver a su madre con el discípulo que él más quería, dejó salir de sus labios algunas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, mirando luego al discípulo pronunció las siguientes palabras: “ahí tienes a tu madre”, palabras que sellaron un momento único y majestuoso, desde ese día el discípulo recibió a María en su casa y la respeto como la madre que Jesús le había regalado.
¡Oh Jesús mi amado y buen Jesús!,
Que honrados nos sentimos,
Cuando has compartido tu madre buena y celestial,
Con nosotros tus hermanos,
Ayúdanos a ser agradecidos y a venerarla y respetarla,
Te lo agradecemos de corazón.
Amén.
En este decimosegundo día del vía crucis, cuando Jesús no vaciló en compartir su amada madre y nos la dejo como una herencia eterna, recemos una Ave María como agradecimiento e infinita bondad con nosotros.