«Llegados al lugar llamado «La Calavera», le crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen»… Era ya eso de mediodía cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito dijo: «Padre, en tus manos pongo mis espíritu» y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 33-46).
«»Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras» (1Cor 15, 3)» (CIC, 619).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.