Existen muchos motivos que originan la tristeza, desde la pérdida de un ser querido, un empleo poco gratificante, un desengaño, problemas familiares, en fin; lo cierto es que es un estado de ánimo del ser humano totalmente natural y aceptable, pero tampoco significa el fin del mundo.
Esta obra de misericordia espiritual de consolar al triste se refiere a que la tristeza produce un firme arrepentimiento para la salvación.
Por ello Dios nos envía los momentos tristes, para experimentar en carne propia lo que ello significa, y así tengamos un corazón misericordioso con los que están sufriendo y los consolemos.
¿Por qué consolar al triste?
Consolar no es escuchar los problemas de otros y decirles “no te preocupes, todo saldrá bien“, sino más bien ser ingenioso para ofrecer a otros un gesto de ayuda, cómo por ejemplo sacarle una sonrisa al que está afligido.
Quien quiere consolar, primero debe acercarse, tener empatía con lo que está pasando la otra persona, conversar y detectar el mal que lo aqueja, darle esperanzas haciéndole descubrir que existen razones convincentes para que todo esté bien, y finalmente dejarlo que actúe por sí mismo.
Precisamente el arte de vivir que Jesucristo nos ofrece en la obra de misericordia espiritual es saber encontrar el verdadero consuelo tanto para las tristezas personales como para las de los demás.
Con la obra de misericordia espiritual de consolar al triste, es importante el valor que alcanza nuestra ayuda hacia los demás, con la que nos favorecemos nosotros mismos, pues consolando al triste, nos llenamos de recursos para encontrar nuestro consuelo en Dios.
No perdamos nunca la oportunidad de consolar al triste, pues Dios siempre derrama su misericordia a quien la ofrece a los demás, y siempre contaremos con el auxilio del Espíritu Santo.