Aunque el mundo vive profundas desigualdades en torno al derecho a la educación, y se puede hablar de unos 700 millones de personas que no tienen oportunidad de recibirla; nos encontramos que una gran parte de sus habitantes que están interconectados y pueden buscar cualquier tipo de información desde un celular, entonces, cabe preguntarnos ¿nos hace falta saber más?
Nadie nace instruido, en los primeros nos enseñan a como caminar, hablar, escribir, leer, y durante el resto de la vida continuamos aprendiendo para un mejor desarrollo, experimentando la dicha de que otros se hayan preocupado en dejarnos esos conocimientos fundamentales para la vida.
Cuando nos hablan de enseñar, lo primero en que pensamos es en un maestro, pero al mencionar esta primera obra de misericordia espiritual debemos recordar al Maestro que vino a este mundo a enseñarnos cómo vivir para ser felices en esta vida, es decir, a Jesucristo.
¿Por qué enseñar al que no sabe?
Antes que nada, en la obra de misericordia de enseñar al que no sabe, es importante el lazo entre la educación y el amor, tanto del que enseña, aprende enseñando con humildad, como del que aprende, agradece aprendiendo con gozo.
Este acto de misericordia nos da la oportunidad de enriquecer a los demás con nuestras riquezas personales y espirituales, podemos ayudar desde al niño que no sabe hacer su tarea, al compañero de trabajo que desconoce cómo realizar su deber, hasta a aquel que necesita orientación espiritual o encaminar en la oración a alguien que teme acercarse a Dios.
Por ello con la obra de misericordia espiritual de enseñar al que no sabe, se enseña primordialmente que Dios nos ama desde toda la eternidad y que él siempre nos espera; cada enseñanza y cada aprendizaje, son una bendición.
«Los que enseñan la justicia a la multitud, brillarán como las estrellas a perpetua eternidad» (Daniel 12:3B)