Este 12 de octubre se celebra la memoria de San Serafín de Montegranario, figura religiosa destacada por sus cualidades humildes y la honestidad de sus palabras. Como padre dedicado a servir al Señor, ingreso en una pequeña comunidad que le llevaría a conocer la Orden Capuchina, grupo que le permitiría extender su acción caritativa y fortalecer su espíritu. Nacido en el año 1.540, en Italia, tuvo desde su llegada al mundo que comprender la naturaleza simplista.
Con padres carentes de gran riqueza, el joven se esforzó en diversos trabajos que le permitirían traer algo de dinero y alimentar a su familia, pese a la condición que vivían, la familia se veía unificada mediante la espiritualidad y la confianza que rebosaba en sus oraciones al Señor, siendo el ejemplo ideal para Serafín, inspirándole a mejorar como persona y aprendiendo en sus trabajos a leer y adquirir mayores conocimientos para servirle a Dios.
La nueva vocación de San Serafín de Montegranario
Pensando en hacer el bien por el prójimo, con dieciocho años de edad el joven se prepara para ingresar a su primer convento e iniciar la obra que el Señor le estaba solicitando. Con algunas dificultades, Serafín logro su ingreso como noviciado, sin embargo, los superiores en el convento esperarían más del muchacho y le llenarían de reproches y castigos, haciendo que partiera en peregrinaje como limosnero y buscara nuevos conventos para continuar su obra.
El merecido agradecimiento del pueblo hacia el santo
La bendición del Señor siempre había acompañado a Serafín, resistiendo los reproches de los superiores y contrario a la opinión de estos, se había ganado el amor y respeto de los ciudadanos. Provisto de sabiduría y la excelente capacidad para cubrir las necesidades de los afligidos, todos los seguidores del futuro santo evitaron que este partiera a otra ciudad nuevamente. Finalmente, San Serafín partió en el año 1.604, siendo canonizado por Clemente XIII, en el año 1.767.
