Hoy se conmemora la obra de San Francisco de Borja, hermano religioso dedicado a dar la palabra del Señor tras la abrupta perdida de su esposa, con la cual había tenido hijos y rechazaba las bendiciones de la iglesia en bien de los intereses terrenales y pecaminosos, sin embargo, su nueva forma de vida le convirtió en uno de los santos más admirables en su época, recibiendo cientos de elogios por la pasión de su oración y reflexión austera.
Nacido en el año 1.510, en Italia, San Francisco de Borja poseía un apellido muy reconocido en la época, al ser nieto del papa Calixto III y también descendiente de un rey, por lo que fue natural en su ámbito educativo la palabra del Señor, llevándole a ingresar en un convento al cumplir la mayoría de edad y preparando su espíritu para servir noblemente hasta ser llamado a los deberes reales en su familia debido a su primo Carlos V, quien lo nombraría virrey.
La caída y ascenso de San Francisco de Borja
Como virrey, Francisco contraería matrimonio y se ocuparía de numerosas tareas políticas, instando a su pueblo a considerar la oración y el buen hacer para el prójimo, hasta pasar algunos años y comenzar a perder el apoyo de los súbditos, ya que este había abandonado las costumbres del Señor, frustrándose con el rechazo de contribuyentes. Con la pérdida de su esposa, las prioridades del santo cambiarían en bien de recuperar la fe, iniciando una nueva etapa cristiana.
El reconocimiento de la pasión cristiana
Tomando un camino alterno a lo que se esperaba, Francisco renuncia a su deber como virrey, estudiando para obtener el sacerdocio y siendo aconsejado por un beato que le recomendaba el anonimato mientras finalizaba la formación de sus hijos. Exitosamente, el ahora sacerdote Francisco dio un ejemplo memorable en penitencia, oración y sabiduría en la catedra religiosa hasta partir en el año 1.572, siendo canonizado por Clemente X en el año 1.671.
