Hoy se conmemora la vida de San Sergio de Radonez, hombre religioso cuya obra dedicaría a la propagación de la reflexión y la oración mediante el uso de la vida solitaria, rechazando los lujos y gustos terrenales en bien del fortalecimiento espiritual. El conocimiento del santo también le convertiría en un fiel consejero y sabio para numerosas figuras de la realeza, como príncipes, cristianos dedicados y noviciados.
Nacido en el año 1.314, en Rusia, el entonces conocido como Bartolomé venia al mundo en un hogar de carácter noble, siendo de aprendizaje poco ágil y repleto de dificultades para leer y escribir, por lo que recibía múltiples burlas de sus hermanos hasta conocer un humilde monje que le hablaría sobre el Señor e incluso intervendría milagrosamente al darle algo de pan, haciendo que este mejorara su inteligencia.
La ermita de San Sergio de Radonez
Con una crisis política que acabaría con sus padres, el joven Bartolomé se vería en la necesidad de trabajar duramente y refugiarse hasta quedar por su cuenta al verse sus hermanos casados. En el año 1.335 el santo emprende un viaje para dedicar su vida a la filosofía eremita, con ayuda de un hermano enviudado, parten a cientos de kilómetros alejados de toda civilización para edificar pequeñas ermitas que les permitieran honrar al Señor.
Los esfuerzos ante la desolación constante
La nueva vida del ahora conocido Sergio de Radonez comenzó con dificultades, enfrentando temperaturas frías y el rechazo ante las tentaciones del demonio, el mismo se alzó victorioso contra las problemáticas diarias, domando animales salvajes y creando un legado santificado, haciendo que los discípulos no tardaran en llegar. Fundando ordenes y obrando milagros inexplicables, el santo partió en el año 1.392, siendo canonizado por Pío XII en el año 1.940.
